sábado, 28 de enero de 2012

El mismo matrimonio, la misma causa


Estos días he estado leyendo varias noticias y reportajes sobre el polémico nombramiento de la vicepresidenta como pregonera de la Semana Santa de Valladolid. Ni esta señora, ni el gobierno al que pertenece, ni la Semana Santa me generan simpatía alguna; pero el revuelo que se ha armado incide, una vez más, en el hecho de que el matrimonio civil, como matrimonio igualitario, representa una única causa que nos afecta por igual a todos los que lo consideramos como un derecho democrático básico.

Al arzobispo de turno no le parecía bien que la vicepresidenta pronunciase el pregón por un único motivo: estar casada por lo civil. Esta situación personal es suficiente para hacer de ella una persona poco "adecuada" para un honor tan elevado. Y no creo que, en este caso, sea la Iglesia católica quien haya metido la pata, pues considerar el matrimonio civil como "execrable" forma parte de su doctrina oficial, que amplía el apelativo a todo aquello que no cae bajo su jurisdicción. No en vano tienen el absoluto convencimiento de que pueden y deben regir al dedillo cualquier aspecto de la vida de las personas, católicas, creyentes, o no.

El problema es de quien piensa que la libertad de unos cuantos puede excluir la de otros tantos. Porque la libertad es como aquel genio atrapado en la botella, que una vez liberado no vuelve a plegarse a las constricciones de ningún señor. La libertad es libre, no puede existir para mí pero no para ti. Y el matrimonio civil, que en España escapó por primera vez de su botella en 1870, no ha hecho más que crecer y fortalecerse hasta ser la opción preferida por las parejas españolas, pasándose los designios divinos por el forro. La Iglesia católica lleva pataleando desde entonces, y lo seguirá haciendo hasta que acepte que la libertad, una vez liberada, no se puede volver a encerrar.

Desde que el matrimonio es matrimonio (una paradójica regulación de la vida íntima de dos personas a cambio de unos derechos que resultan necesarios), existe la causa del matrimonio igualitario: de la obtención, en fin, de los derechos a los que se aspira sin necesidad de plegarse a una regulación ilegítima del amor y la sexualidad entre personas que se sienten (y son) libres y autónomas. Desde su primer día de existencia, la lucha por superar las barreras de clase, raza, tutelaje, capacidad, creencias, sexo y género para amarse con la protección debida existe, y todos participamos de ella si lo hacemos del matrimonio civil.

Porque no se puede estar en misa y repicando,
Encantada.

Imagen aquí.

martes, 17 de enero de 2012

Aceptado


Hoy se lo he dicho a mi doctora: que ya lo he aceptado.

He aceptado que pongo un circo y me crecen los enanos.
He aceptado que no puedo dejar la medicación hasta que los enanos estén bajo control.
He aceptado que los enanos pertenecen a una especie difícilmente controlable.

Ella me ha dicho que no lo tengo nada fácil.
Y a mí me ha dado por reírme a carcajadas, en pleno subidón de euforia, por si ya se me había olvidado esa curiosa manifestación de la ansiedad.

Y así es, pero no pasa nada.
Seguimos adelante.

Encantada.

domingo, 15 de enero de 2012

Más que amigas


Hace tiempo que quería dedicar algunas entradas de mi blog a recomendar libros y, desde que se me ocurrió la idea, supe que el primer libro del que escribiría sería este: Más que amigas. Por si no lo conocéis, es un libro de autoayuda para lesbianas. Y fue el primero que leí.

Recuerdo perfectamente el día que lo compramos. Por aquel entonces acudía a mi primera terapia y mi novia solía acompañarme. Acababan de recomendarme la lectura del libro y, para que mi novia no se aburriera mientras me esperaba, se me ocurrió que podía ir a comprarlo. Además, en aquel tiempo ella solía jactarse de no tener ningún problema de autoaceptación, por lo que me pareció más fácil que lo comprase ella y no yo.

Cuando salí de la consulta, mi novia estaba esperándome en la puerta.

- ¿Qué tal?
- Bien, ¿y tú? ¿Has encontrado el libro?
- Sí...
- ...
- Pero tía...
-¿Qué?
- Que ya podías haberme avisado de lo que salía en la portada.
- ¿Y qué sale?
- ¡¡Dos tías besándose!!

Todavía me acuerdo de las risas que nos echamos mientras me contaba la vergüenza que había pasado al pagarlo, tratando de tapar la foto de la portada y poniendo cara de: "Es un encargo, ¿vale? ¡No es para mí!".

Más que amigas fue uno de aquellos libros que forré para leer en el metro, y que también leía en mi casa, escondida bajo el edredón y con el flexo casi metido en la cama. Nada más abrirlo, comprendí que estaba escrito para mujeres como yo, que acababan de descubrir que ser lesbianas era más que una posibilidad, y a las que se nos había venido el mundo encima por ello. Creo que nunca olvidaré cuánto lloré cuando leí el primer capítulo, donde se incluían unas breves historias más o menos prototípicas de mujeres lesbianas. Por primera vez, pude poner palabras donde hasta entonces sólo habían existido emociones que, aunque bien conocidas, nunca me había atrevido a verbalizar. Lo más revelador fue que, paradójicamente, aquellas palabras no las había escogido yo:

"Desde pequeña, Raquel supo que el mundo femenino no le resultaba tan atractivo como el masculino: en los cuentos, en los tebeos, en la televisión, quienes mejor se lo pasaban eran los chicos. Decidió entonces que sería como ellos porque era más divertido, así que empezó a jugar con sus compañeros de clase en lugar de relacionarse con las chicas. De forma inconsciente asimiló lo que tenía alrededor: se comportaba como los otros niños, incluso prefería vestirse como ellos. Pero cuando llegó la adolescencia, la presión del entorno la forzó a abandonar esas actividades y a tratar de ser más femenina".

"Cuando llegó a la adolescencia [...], [Sara] empezó a tener las mismas inquietudes y anhelos que el resto de sus compañeras. Pronto empezó a salir con chicos [...]. Años después, en la universidad, mantuvo una relación más estable con un chico, incluso tuvo relaciones sexuales con él, pero de alguna forma Sara no se sintió completa. Algo en su interior le decía que aquello no podía ser todo. [...] Decidió romper la relación con su novio porque ya no podía ocultarse por más tiempo que no estaba enamorada de él, que el sexo no era gratificante y que ella esperaba mucho más del amor. Sin saber muy bien cómo, empezó a pensar en la posibilidad de que le gustaran las mujeres. Ese pensamiento surgió de forma casi natural en su mente".

Gracias a Más que amigas comencé a aceptar que mi lesbianismo era algo más que un mal sueño del que no lograba despertar. Además, descubrí cosas curiosas (como que el clítoris tiene ramificaciones internas bastante profundas o que existe una técnica sexual llamada fist-fucking) y empecé a reflexionar sobre la experiencia homosexual y lo que la rodea (como la homofobia, el sexismo o la pluma).

He vuelto sobre este libro muchas veces. Algunas, en busca de consuelo. Otras, para recordar este o aquel dato. Las últimas, llena de ternura hacia mis propios subrayados y anotaciones, recordando miedos y conflictos que, afortunadamente, he podido superar.

Si os encontráis en esa fase de descubrimiento, o conocéis a alguna chica que la esté viviendo, os recomiendo leer este libro. Estoy segura de que no os va a decepcionar.

Para mí, siempre será un libro más que especial.

Encantada.

domingo, 1 de enero de 2012

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