miércoles, 29 de agosto de 2012

Los niños y los animales domésticos


Flota a mi alrededor cierto convencimiento de que los niños y los animales domésticos son incompatibles. Al parecer, las personas que tienen animales domésticos lo hacen porque no pueden o no quieren tener niños, en una especie de sustitución (tocomocho, me parece a mí) de lo uno por lo otro. Del mismo modo, si uno tiene hijos, o ha decidido tenerlos a medio plazo, renuncia explícitamente o bien ni siquiera se plantea la idea de incluir un animal doméstico en su vida.

Para muchas personas que conozco, esto es una especie de verdad de fe.
A mí me saca de quicio.

Supe de la existencia de este pensamiento hace algunos meses. Una de mis mejores amigas acababa de comprarse un piso y yo le pregunté si iba a tener gatitos, pues siempre le han gustado y nunca pudo tener ninguno porque sus padres no se lo permitían. En su adolescencia, llegó incluso a rescatar a varios gatos de la calle para poder llevárselos a su pueblo, donde sí podía quedárselos. Así que me pareció de lo más lógico que ahora quisiera desquitarse de aquello.

‒ No, tía, no ‒ me dijo ella, sonriendo condescendientemente.
‒ ¿Y por qué no? ‒ insistí con inocencia.
‒ Porque yo sí quiero tener hijos.

No recuerdo exactamente qué dije después, pero sé que no estuvo a la altura de los sentimientos de ira y profunda indignación que me provocó su respuesta. No sólo por el prejuicio tan terrible que estaba expresando, sino porque en su respuesta parecía dar por hecho que yo, al tener un gato, estaba renunciando a la maternidad, algo profundamente incomprensible desde mi punto de vista. Sobre todo cuando yo jamás me había posicionado sobre el tema en esos términos. ¿Habría alguna otra razón flotando en el ambiente? Preferí no preguntármelo, pues ello me habría obligado a replantearme el sentido de nuestra amistad.

Poco después, me ocurrió algo parecido con uno de mis compañeros de trabajo. Acababa de ser papá, y yo me ofrecí a  hacer una reunión en casa para que pudiera presentar a su retoño en sociedad. A pesar de la generosidad de mi propuesta, él me dejó caer que no estaba muy seguro de la conveniencia de juntar a un recién nacido con un animal. Creyendo que podía estar genuinamente preocupado, le mandé un correo electrónico con información sobre el tema, esperando poder tranquilizarlo. Inesperadamente, sin embargo, mi correo le enfadó muchísimo y me respondió de muy malos modos. Al parecer, lo que pasaba era que no se fiaba de los gatos y no quería exponer a su hijo a ninguna mala experiencia, pues él ya había tenido alguna en su infancia.

He de decir que este tipo de miedos me parecen plenamente comprensibles, y que jamás dejaría a un bebé y a un animal, por muy manso que este fuera, solos frente a frente. Lo que ya no comprendo de igual modo es que, en vez de expresar los miedos tal y como son, se fomente una mitología acerca de la peligrosidad o inconveniencia de que los niños, por muy pequeños que sean, puedan acercarse a los animales o relacionarse con ellos. Porque es injusto tanto para los animales como para los niños. Y porque, además, es falso.

Como no hay dos sin tres, hace poco me enteré de que mi suegro, ante la adopción de nuestra nueva gatita, se había expresado, con alguien que no éramos nosotras en los siguientes términos:

‒ Claro, supongo que quienes no tienen hijos, se dedican a tener animales.

Confieso que lo que más me molesta de este tipo de afirmaciones es que ni tan siquiera se nos pregunte acerca de nuestra voluntad de ser madres, y de cómo se relaciona esta con el hecho de tener animales. Y sí, no puedo dejar de sospechar que esto no ocurriría de la misma manera si fuésemos una pareja hetero de la que se esperasen niños en vez de gatitos.

Tener hijos o tener animales no son opciones excluyentes. Personalmente, quiero tener hijos y quiero tener animales para que ambos se relacionen. Me parece muy positivo en ambas direcciones y, especialmente, deseo que mis hijos se críen pudiéndose relacionar con animales para que los conozcan, respeten y valoren como merecen, pues esta es una actitud muy valiosa para mí. De hecho, es uno de mis valores fundamentales.

Por otro lado, la convivencia entre niños y animales es algo tradicional en la mayoría de las sociedades, presentes y pasadas, a lo largo y ancho de nuestro planeta. Y creo que esta especie de psicosis separatista que se extiende por la nuestra dice muy poco a favor de sus valores y de su salud mental colectiva.

Encantada de no participar en ella.

11 comentarios:

Lenteja dijo...

Ya.Yo acogí al Sr.Naranja ( el gato que vive conmigo)cuando quedaban unos meses para nacer el bebé de su primera dueña,que se despidió de él llorando a lágrima viva-había pasado meses desesperada buscando a alguien que pudiera cuidarlo bien. Te aseguro que ella lo vivía como absolutamente incompatible, aludía a posibles problemas médicos, asma y no sé qué enfermedades alérgicas. A mí me parecía poner la venda donde podía no haber herida.. en fin. Miedo y creencias irracionales.

cereza dijo...

Hay quien cree que solo se puede querer de manera unidireccional.Si quieres a los animales ya no hay mas amor para las personas y al revés.
He convivido con animales toda mi vida y las mejores horas de mi infancia las pase junto a ellos. No saben quienes piensan que son incompatibles, lo terapéuticas y sanas que son estas relaciones. Aprender a cuidar y a amar sin egoismo comienza conviviendo con ellos.
Lastima de sociedad metálica que estamos creando.

Efibi dijo...

Totalmente de acuerdo.
Pero una puntualización: lo del tipo de pareja no importa,el caso es hablar por hablar y querer arreglar la vida de los demás. No sé ni cuántas veces he tenido que oír "déjate de perros y ten niños ya,que se te va a pasar el arroz" :@

DE LUNA dijo...

Yo crecí entre animales y los quise, porque hay una relación especial de entendimiento entre los niños y los animales. Y después, cuando fui mayor, siempre tuve gatos, y una vez una perrita y luego un perro y ahora tres gatos. Mis hijas han crecido con animales y los adoran, y es preciosa la relación que siempre se ha creado entre unos y otras.

Nosu dijo...

Tampoco entiendo esta actitud. En mi alrededor tengo de todo. Desde el flagrante caso de una amiga que tenía dos gatos y tuvo que "deshacerse" de ellos porque su mujer le dijo que quería tener hijos, y eran o los gatos o ella con los hijos, a otras que ya tenían animales, han parido, y ningún problema. O que tenían hijos y les han venido gatos a la casa y los han medioadoptado.

Yo tardé mucho en que mis padres trajeran un perro a casa, de hecho ya era adulta, pero tener un animal doméstico de este calibre me cambió como persona. El impacto (positivo) para un crío debe ser brutal.

Yo no sé aún si tendré hijos, pero si los tengo está claro que intentaría que se criasen con un perro por casa.

Caminos del Espejo dijo...

Son creencias absurdas que no se sostienen en ningún argumento razonable.

De todas formas, he conocido algún que otro blog de mamás, en el que contaban cómo dieron a su perro de siempre a otras personas porque iban a tener bebé!!. Recuerdo que me imaginé a ese perro, que según decían, se mostraba triste y asustado durante el embarazo, supongo que intuía que él había dejado de ser considerado un miembro de la familia.
Me imaginé cómo debía sentirse, pues los animales llegan a querer a su familia, y se sienten parte de la misma, y no comprenden las tonterías humanas.
Me resulta patético, pero creo que responde a lo que supongo que ya conoces: especismo. Es decir, la gente tiene perros o gatos como entretenimiento temporal, y si llegan los niños/as, los animales se marchan, porque ya "no hacen falta", desgraciadamente piensan que la vida de ese perrito o gato, vale mucho menos que la de su hijo/a, y que por tanto, es un estorbo. Porque no creo que sea un peligro en sí mismo, créeme que los humanos son mil veces más peligrosos que los no humanos.

Yo creo que cuando adoptas a un gatito o perro, lo haces con todas las consecuencias. Y por supuesto que NO ES incompatible con el hecho de tener hijos/as.

No soy madre, pero la maternidad llama mi atención, no obstante, puedo asegurarte que para mí, los animales y los niños/As convivirán tranquilamente. Y que serán igualmente importantes para mí.

En fin, Encantada, di que si, que tu y yo, y muchas más, tenemos en la cabeza algo más que serrín, y podremos congeniar perfectamente la convivencia de nuestros futuros hijos/as con nuestros estupendos animales.

Un abrazo!!!

farala dijo...

bueno bueno, estoy flipando!!! y eso que hoy mismo le comentaba a Pena Mexicana que mi amiga Ayla, cuando decidió que abandonaba la idea de poder tener hijos se consoló planteándose tener perritos...


pero vamos, que la gente abandone sus perros o gatos porque va a venir un bebé es una noción que simplemente me escandaliza


me has dado para un down memory lane de cómo fue lo de sasha y elenita faralaez

ISA dijo...


Te puedo decir una cosa: mi hijo "pequeño" tienen dos gatos siameses desde hace varios años. Hace casi tres, su mujer se quedó embarazada de mellizas, le hicieron la prueba médica pertinente y siguieron con los gatos en casa y un embarazo estupendo.. Las mellis harán pronto los 3 años y son unas niñas sanísimas.
En mi casa tengo tres cockers. Las mellis dijeron antes "guaguau" que papá o mámá y cuando se ponen a jugar por el suelo no sabes de quièn es la pierna o la pata de quién.
SI es cierto que nunca las dejo solas con las perritas, siempre estoy pendiente porque, al fin y al cabo, son animales y pueden reaccionar mal si se sienten atacadas, aunque nunca han hecho ni amago. Cuando se cansan de las mellis, se esconden en algún rincón de la casa.
Otra cosa sería, supongo, si tuviera algún perro de esos tildados de "peligrosos" : rotwailer o así. Entonces imagino que hubiera puesto álguna barrera por si acaso.
Por lo demás ellas se lo pasan pipa con las perras y estas igual, además de que aprovechas para que las niñas acaricien suavemente a los animales, les digas que no hay que tirar de las orejas o de la cola o pelos, que hay que darle besitos y cariñitos, etc., o sea que estás fomentando el amor y el cuidado por los animales.
A mí me parece genial.
Y desde luego que no me dieran a escoger entre un niño o un perrito o gato. No sé yo, no sé yo lo que haría.

Pena Mexicana dijo...

Es un problema de especismo, como bien comenta caminos y también educacional. Cuando fui voluntaria rescatista de animales me tocó dar muchas charlas acerca de lo absurdo de deshacerse de un animal por la llegada de los cachorros humanos... en fin, una estupidez más de las muchas que hay en este pobre planeta...

Fiamma dijo...

Pobres de los niños que han sido educados en una casa sin mascotas. Pobre del que no comprende del amor por los animales.
En casa tenemos dos niños (ya grandes) y una gata preciosa. Estamos pensando en un segundo gatito, además.
La toxoplasmosis existe, aunque sea una enfermedad rara. La estupidez es muchísimo más popular.
un beso

Estela Rengel dijo...

Mis primeros recuerdos de infancia los tengo desde el día que cumplí 4 años. Al poco tuve mi primer perro, Urki, un pequinés. No tuve ningún problema con él y desde entonces amo a los animales (si tuve pollitos o patitos antes no cuenta porque no me acuerdo xDDDDDD).

Cuando mi hermano tenía 2 añitos o así (la época en la que ya andaba y hablaba, no sé exactamente qué edad sería) recogimos de un mercadillo un cachorro de Labrador que iban a sacrificar. Sabíamos que sería algo temporal, en plan acogida, porque el piso era pequeño y el perro demasiado grande como para ser feliz ahí. Pero tuvimos que darlo antes de tiempo porque mi hermano no encajó demasiado bien que el perro formase parte de la familia. Se quería comer su comida, ponerse la correa... No sabemos si eran celos o simple imitación. Al poco tiempo lo volvimos a intentar, esta vez con una perrita caniche, todo fue genial y esta vez nos separamos de ella cuando estaba demasiado viejita y malita y mi madre la llevó a sacrificar antes de que ella, mi hermano y yo, sufriéramos mal.

Me enrollo lo más grande, pero ahí mi experiencia. (:

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